Supongo que todos los poetas y los devotos de cualquier faceta artística somos algo cobardes: nos es más fácil plasmar lo que nos desarma que armarnos de valor y usar palabras habladas. No sé si me habría ido mejor en la vida si hubiera escrito el destinatario de aquellas cartas recién salidas del corazón, que latían adrenalina en cada letra. Sí, todos aquellos poemas y cartas que acabé rompiendo,que escribí con pluma triste, pero del ave Fénix, que resurge de sus cenizas. Esa era la forma que tenía mi corazón de volver a palpitar. Me devolvía un pulso que en mi sien ya ni se notaba y me rescataba de la morgue que resultaba mi propia habitación. Cuántas veces me han condenado a una cadena perpetua estas cuatro paredes. Cuántas veces pensé que llegaría la pena de muerte.
Qué pensarían esas personas que fueron mi inspiración, a las que desnudas vestí con versos. Qué mal hacemos los poetas, desvestimos nuestra alma y vestimos la de otros. Con lo fácil que se hablan dos cuerpos desnudos....