Me han dejado su corazón...

Pequeñas,caricias,que,acompañan♥

El juego del ángel-C.Ruiz Zafón-

Acaricié y besé cada centímetro de su piel como si quisiera memorizarlo de por vida. Chloé no tenía prisa y respondía al tacto de mis manos y mis labios con suaves gemidos que me guiaban. Luego me hizo tenderme sobre el lecho y cubrió mi cuerpo con el suyo hasta que sentí que cada poro me quemaba. Posé mis manos en su espalda y recorrí aquella línea milagrosa que marcaba su columna. Su mirada impenetrable me observaba a apenas unos centímetros de mi rostro. El juego del ángel-Carlos Ruíz Zafón.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Soneto en asonante.

Vacío en mente, lagunas de recuerdos;
sueños convertidos en pesadillas,
sin ti, con sábanas de vida vacías
que me hacen el amor cuando duermo.

Simulacro de perderme en tu cuerpo,
crepita el fuego, no las cenizas,
¿quién lo apagó con llamas encendidas
de esperanza, de aliento y deseo?

Como hogeras de San Juan ardiendo,
me convierto en el estribillo
de las baladas  que tocan tus dedos

Sobre mí, espejos de espejismos,
de lo que fuimos ayer, de esos celos
que me entran al saber que fuimos.





lunes, 8 de diciembre de 2014

Tan corto el amor y tan largo el invierno.

Cabalgué por calles desiertas, siendo jinete de la imaginación... El amanecer despuntaba a lo lejos, pero mi corazón era lúgubre, enmudecía ante ese escenario de luces. Nunca me había desenvuelto bien ante los focos, pero tampoco ante ti. Yo nunca formaba parte del reparto, siempre ocupé un camerino vacío, en el que languidecía mientras subías a escena. Tú tan Romeo y yo tan Julieta, ¿por qué no nos escribió nunca Shakespeare? ¿Puede haber un peor drama que estar aquí, contemplando este nacimiento de ocres sin ti? ¿Acaso no habría sido mejor soñar juntos y que este espectáculo te abriera los ojos? Que, joder, no hay más ciego que el que no quiere ver...
Hoy no querrás verme, pero el invierno es tan largo como el olvido, aquel del que siempre habló Neruda. Y te cogerá el frío, aquel que podría haberte yo quitado. Ya no titilan los astros de sus poemas, ahora me invade el crepúsculo de una vida nueva. Una sin ti. Quemaría todos los poemas sobre los que tus ojos se han deslizado, sobre los que tus lágrimas han rodado, para hacerte resbalar por ese horizonte que tanto he materializado en palabras sangrantes. Puedes seguir ciego, pero déjate llevar, más bien, déjate guiar...


Yo me conozco todos los rincones de esta ciudad, solo tienes que seguirme. Y es que no solo voy a desnudar tu alma, voy a quitarte la venda de los ojos... Vas a ver el despertar del cielo, ese cielo que siempre he reservado con tu nombre. Hoy, aquí, ahora, ante este amanecer.



lunes, 6 de octubre de 2014

Quiérete como nunca te has querido.

Se le empañaban los ojos, como el cristal delantero de un coche después de un diluvio universal. Ella se estremecía, como tantas veces en aquellos últimos meses. Sin embargo, para ella los meses ya no pasaban, ni sucedía la primavera al frío invierno. Se mimetizaba con el otoño, dejaba caer sus lágrimas como hojas muertas que han perdido la fuerza tras resistir un año entero. Eso era lo que más le dolía, haber resistido al borde del precipicio para que al final él la empujara al vacío. Vacío, eso era más aún de lo que creía albergar en su corazón, tan lleno de vendas en los ojos y de clavos que prometían sacar el clavo anterior. Nunca había reparado en la fragilidad del tiempo, hasta que él se llevó todas las leyes de la Física, imponiendo las suyas propias. Fue entonces cuando el tiempo se comenzó a esfumar entre sus pestañas cada vez que cerraba los ojos para rememorar cómo era compartirlo a su lado. Que dicen que el tiempo se puede medir en segundos, minutos... Eso es mentira, la unidad de medida universal son las sucesivas cicatrices que nunca se cierran, esas sí que saben medir lo lento que transcurre la vida. Ella conocía el dolor, pero no sabía que el peor desamor es el que sufrimos con nosotros mismos.
Después de todo, ella tenía miedo. Había dejado escapar tantos trenes por el miedo a perder, por llegar a una estación sin nombre. Y aún así, aunque en un tren no se llegue al destino esperado, la vida es un andén con trenes constantes.


Nunca dejes de buscar tu tren, ese tren que te conduzca a ti misma. No encontrarás en ningún sitio mejor amparo que en tu propio corazón.

viernes, 19 de septiembre de 2014

En pie de guerra contra los sentimientos

¿Quién no se ha bañado dos veces en el mismo mar, incluso cuando alguien te ha puesto bandera roja? ¿Quién no ha dicho que iba a pasar página, pero ha seguido en el mismo libro? ¿Quién no ha tratado de hacer borrón, pero ha acabado haciéndolo sobre la cuenta nueva? El que seamos la especie más inteligente de la Creación hay veces que lo dudo, viendo cómo suele conducir el corazón y cómo va de copiloto la cabeza. No siempre son los sentimientos los que deberían llevar el timón, ya que muchas veces no nos conducen a buen puerto y nos encontramos navegando a contracorriente. ¿Por qué se martiriza tanto a la cabeza y se alaba tanto al corazón? Si quien en las situaciones díficiles a quien recurrimos para hallar la solución es a esta primera. Llegará el momento en el que esta fiel compañera, que siempre marca el norte, deje de funcionar porque nuestros errores nos atraen al polo opuesto. Cómo no volverse loco con toda esta contraposición de fuerzas... Por suerte, o por desgracia, el corazón siempre gana la batalla...

sábado, 9 de agosto de 2014

El mar de tus ojos.

El río no solo fluye en ti mientras que tus lágrimas sigan recorriendo mi piel desnuda. Es ahí donde yo querría ahogarme mil veces para ser auxiliada finalmente por tu boca. Tus dedos son esos afluentes que van a morir a mi espalda, mientras la brisa marina conforma esas olas de mi pelo. Forjábamos puestas de sol a nuestro antojo, propinando difusas pinceladas sobre el horizonte. Allí me encontraba como un barco anclado en tierra, como un marinero que ha llegado a buen puerto. Qué importan las mareas y sus subidas y bajadas si yo estaba amarrada a ti. Nos sentíamos tsunamis cuando chocaban nuestras bocas, ¡qué valiente rompeolas habría osado frenarnos! Apretaste mi mano como si nos fueran a separar las aguas, pero olvidaste que el mar siempre recuerda cada pisada en la arena. A mí ya no me gustaban los dulces, ahora solo quería la sal de tus labios.

lunes, 4 de agosto de 2014

¿Existe esa sonrisa?

Los ojos se cierran, el fuego se apaga, las sonrisas se desdibujan... Pero, ¿me dejas vivir para siempre en tu sonrisa? Prometo resistir el aire que soplen otras bocas, incluso si llegan a chocar vuestras almas. Será en esos momentos en los que mis suspiros te nublen la vista, en los que me cuelgue de tus pestañas y te fuerce a cerrar los ojos por un instante para que me recuerdes. Te obligaré a que rememores la sal de mis labios, las mareas de sueños que azotaban nuestros corazones, férreos como una roca hasta para mandar barcos de guerra al otro lado de ese océano que a veces se interponía entre nosotros. Con lo fácil que habría sido darnos paz en la trinchera del cielo, optamos por hacer la guerra en lo más recóndito del infierno. ¿Habré sido buena? ¿Lo habrás sido tú? Bueno, eso ya no importa. Aunque hemos inventado naves para llegar al espacio, yo aún me siento extraña en las lunas de tus labios...

martes, 29 de julio de 2014

Mar en mi cabeza, roca en el corazón.


Sigo pensando que algún día lograré la manera de reconciliar los ángeles con los demonios de mi cabeza; el hemisferio derecho, el que siente, con el izquierdo, el lógico. Pintan la liberación como una luz al final del túnel o como una senda en línea recta sin piedras que te hagan tropezar. Pero si todos los caminos llevan a Roma, ¿adónde nos conducen ese camino o ese resplandor? La respuesta es: a nosotros mismos. Que no, que las calles y las avenidas no confluyen en Roma, ni se bifurcan en los canales de Venecia. Nosotros estamos hechos de principio y de final. Es un error buscar la salida, se puede escapar de un problema, pero nunca de nuestra piel. Tenemos materia de final en cada gota de sangre, sangre que bombea el corazón, aquella máquina que creemos que debemos confiar a alguien. Ese alguien por quien derramar esa sangre. Nos equivocamos, no necesitamos otorgar a nadie ese privilegio; todos somos letra mayúscula y punto final al mismo tiempo, sin necesidad de que alguien escriba algo entre ellos. En fin, que nunca me podré poner a resguardo de las tormentas de mi cabeza, pero ellas, por fin, empapan tu recuerdo.


sábado, 31 de mayo de 2014

Que aún hay fuego en tu corazón.

Yo te pertenezco, como lo hacen los sueños a Calderón de la Barca, como el telón a una obra de teatro. Y eso somos nosotros, teatro. Dos marionetas que fingen no ser movidas por los mismos hilos, que quieren improvisar, salirse del guion que alguien escribió para ellos. Para nosotros, que pasando de la comedia a la tragedia, hicimos de nuestra vida un drama. Fuimos de actuar rápido, pero de besarnos lento, tan lento como el telón que selló nuestro último beso...